"covid-30/317.txt"

El 26 de Marzo de 2020 encontré un archivo en la papelera de reciclaje que se llamaba "covid-30/317.txt". No recuerdo haberlo escrito y mucho menos haberlo eliminado. No sé de dónde salió, pero me da mucho miedo pensar que de alguna manera un viajero temporal lo puso allí. Tampoco entiendo por qué estaba en la papelera de reciclaje. Este es el contenido del archivo:

COVID-30/317

Año 2030. Seguimos confinados en casa. Parece mentira que ya han pasado diez años y todavía estemos así. En parte es nuestra culpa, porque nos acostumbramos a esta situación, pero si el virus muta diariamente no hay mucho que podamos hacer.

Cuando creíamos que lo habíamos superado nos dimos cuenta de que los casos nunca dejaban de aparecer y el código genético del virus iba cambiando de manera que era capaz de saltarse la inmunidad de cualquiera. La gente comenzó a enfermarse casi de forma mensual, y algunas personas no aguantaban la enfermedad.

Una tía buena hace ejercicios en la masiva pantalla de mi salón. Yo la sigo con un poco de desdén, en parte porque está buena y también porque necesito moverme diariamente para que mi cuerpo no se atrofie más de lo que está.

Diez años teletrabajando, observando el mundo exterior a través de una ventana, saliendo sólo para lo necesario y viviendo a través de una pantalla. Tampoco está tan mal. Algo hemos hecho bien y eso ha sido la tecnología e internet.

Aquellos que tienen la desdicha de trabajar en el mundo exterior, tienen una vida máxima promedio de unos 40 años. Yo que casi llego a los 40 no puedo tomar el riesgo de trabajar al aire libre o incluso irme de vacaciones a una playa o pisar un aeropuerto.

Aún así, he podido continuar con mi vida como he podido. Haciendo ejercicios y relacionándome con la gente a través de una pantalla.

Lo único que no conservo es mi dignidad, pero la supervivencia pesa más que eso.

--
Me inyecto un poco de interferón y salgo al supermercado. Paso el control, me pongo los guantes y la mascarilla. Al entrar, había dos familias, unos eran tres personas: padre, madre e hijo, el niño como de unos once años y los padres unos cincuenta. Llevaban un carro lleno cada uno. La otra familia era una chica con su abuela. La abuela tendría unos ochenta años, una mirada sincera y a la vez sufrida. Ellas sólo compraban el pan.

Después de hacer la compra: dejar la mascarilla y los guantes a la salida. Y así todos los meses.

De vuelta en casa y después de guardar todo el acopio, me siento en el sofá del salón y me hago una lista de reproducción con mis videos favoritos. En medio de uno de ellos entró una llamada. Problemas en el trabajo.

Levanto la tapa del portátil y empiezo a teclear. El televisor sigue sonando mientras intento concentrarme, pero si lo pauso no tendré tiempo para ver todos los videos de la lista de reproducción. Además, quería hacer una videollamada con mi familia, que hace tiempo no nos hablamos y hoy coincidía que estaríamos todos desocupados.

Resuelto el fuego, acabada la lista de reproducción, hecha la videollamada.

Un día más llega a su final.

---
A las ocho es el performance. A mi me ha tocado ser el delegado del sonido el día de hoy. Eso significa que debo apuntar mis altavoces a la ventana y poner la canción del coronavirus.

No es algo que me guste especialmente. De hecho me parece una gran gilipollez. Si no lo hiciera podrían multarme por riesgo a la salud pública al negarme a divulgar un mensaje sanitario.

Es que si al menos fuese un mensaje útil, pero no lo es. Sólo se trata de una colección de jingles con letras como "quedate en casa" mezclada con alguna propaganda contando los avances de la ciencia en el coronavirus. También alabando a nuestro buen estado y a todos los trabajadores sanitarios que ponen en riesgo su vida día a día. Todo esto amenizado con una música de fondo que puede variar entre comunidades y vienen en distintos estilos musicales, así que al menos puedo escoger cual versión poner.

Los jingles que más me gustan son el heavy metal y el de trap. Al menos intento poner esos dos y el resto del tiempo lo relleno con un poco de rock y reguetón.

Esto se extiende durante al menos diez minutos, y me consta que hay vecinos que usan cronómetro para asegurarse que ninguno quiebre la ley.

Son esos mismos vecinos que aplauden fervientemente cuando alguien hace una performance lo suficientemente diferente como para entretener al aburrido público.

Espero no acabar juzgado públicamente como le pasó a Pedro, quien hace unos meses hizo una performance tan aburrida que hubo gente que dejó de hablarle. Yo siempre lo saludo cuando lo veo asomado en la ventana.

----
Hoy tuve que llamar a los servicios sanitarios. Me empecé a encontrar mal desde hace un par de días, y aunque mi cuerpo estaba resentido, mi ánimo era lo que más me pesaba.

Un dolor de cabeza indetenible, treinta y ocho grados de fiebre y una niebla mental espesa se apoderaban de mi cuando logré balbucear por teléfono que podía ser un caso. Diez años de lucha y resistencia ante esta enfermedad para caer. Debió haber sido porque no me puse interferón la última vez que fui a hacer la compra, hace dos semanas.

Tocaron el timbre y entraron dos. No logré distinguir si alguno era hombre o mujer. El EPI que llevaban los tapaba por completo.

Cerré la puerta y echaron un spray en la línea que separa mi casa del pasillo del edificio. Se sentaron conmigo y sacaron un dispositivo de plástico blanco pequeño que tenía que llenarse con una gota de sangre. Esperamos cinco minutos y el resultado apareció: infectado.

Me escucharon los pulmones, me tomaron la temperatura y me dieron pastillas para una semana. Me dieron una tarjeta con un número y me dijeron que si volvía a tener fiebre llamara y me llevarían a una UCI inmediatamente. Se llevaron un tubo con un poco más de sangre para hacerle el análisis completo.

Al día siguiente recibí una llamada de un número desconocido con un mensaje de contestador que decía que introdujera el número de mi tarjeta. Hice lo que me indicaba y un mensaje automático me reveló que padecía del COVID-30/317, la última variante del virus conocida.

Inmediatamente recibí un par de mensajes más: mi baja laboral automática y mi alta en el sistema de emergencia económica que me dotaría del dinero y apoyo suficientes para recuperarme de la enfermedad.

Traerían a casa comida suficiente para un mes y atenderían mi llamada en caso de que necesitase algo o empeorase mis síntomas.

El estado se encargaría de mi.

-----
Hace seis meses se descubrió que COVID-30/317 fue la última cepa del virus. Yo la pasé tranquilo, al menos todo lo que pude. El Paracetamol hizo bien su trabajo.

Dos semanas después del anuncio la gente comenzó a salir a las calles. Primero se dieron cuenta de que todo estaba cerrado, así que la mayoría se centraba en hacer deporte o picnic al aire libre, dar paseos y disfrutar de los espacios públicos. A medida que fue pasando el tiempo fueron abriéndose negocios financiados por los gobiernos internacionales en un gran plan económico sin precedentes.

Aunque había comercios abiertos, la gente se dio cuenta que el sueldo que ganaba no era suficiente para pagar los lujos de hace diez años, así que volvieron a retomar su costumbre austera y volvieron a disfrutar de los espacios públicos. Eso ocasionó que la economía se derrumbara en menos de tres semanas. Es apenas ahora que estamos viendo un pequeño repunte en las bolsas. Después de la gran volatilidad del mercado diez años atrás, cuando comenzó la pandemia, para después mantenerse estables, se desplomaron a niveles nunca antes registrados.

Obviamente esto trajo como consecuencia que la anarquía se apoderara de lo público. Los seres humanos volvieron a relacionarse, pero lo hacían de una forma primitiva y violenta.

Ante esta situación, no me queda más remedio que quedarme en casa. Salir de aquí es exponerse a la violencia incontrolada, disparada por algo sutil como una mirada o un tono de voz incorrecto. Todos los días se escucha movida en la calle, gritos, golpes, amenazas, ruidos de coches y motos, y conversaciones llenas de odio.

Esto no durará mucho. La pandemia pudo sostenerse por diez años, pero esta vez la civilización está a punto de acabarse.

O quizás de cambiar.






Si deseas ayudarme a descifrar el enigma de este archivo, puedes contactarme en el email: covid30317 [arroba] vairux.com.